Entrevista con Andrés Cervantes Valarezo, litigante, catedrático e investigador.

Algún tiempo atrás compartí en este blog una entrevista realizada al abogado Óscar Fernández León, a quien conocí gracias a las redes sociales, en concreto Twitter. Esta experiencia me dio la idea de iniciar una serie de entrevistas con colegas que he conocido en la tuitósfera, que tienen mucha presencia y sobre todo, son preparados y pueden aportar a la comunidad jurídica con sus ideas.

Por ello, empiezo esta nueva ronda de entrevistas virtuales con el sensei Andrés Cervantes Valarezo, joven colega a quien conocí primero en los caminos del Twitter, luego nos hemos desvirtualizado e incluso estamos realizando un proyecto sobre el Código Orgánico General de Procesos (COGEP). Lo que siempre resalto de Andrés es que sus opiniones sobre temas jurídicas siempre son fundamentadas -algo que no se suele encontrar en redes sociales-, su gran preparación académica que no solo se queda en la teoría, sino que tambíen se avienta al litigio profesional.

Sin más que decir, comparto esta entrevista.

En las veces que hemos tenido oportunidad de conversar, noto que te apasiona mucho el estudio, el análisis de normas, impartir clases y charlas y, por otro lado, también te gusta mucho el litigio, incluso casi siempre terminamos intercambiando opiniones para casos que conocemos. Por ello, la pregunta de cajón es: ¿Cátedra o litigio?

Una de las grandes pasiones de mi vida es aprender de forma constante y transmitir lo poco que sé a los estudiantes que se forman en las universidades del país. Creo que cada ciudadano aporta a su manera al desarrollo de la sociedad y, en mi caso, aquello implica contribuir en la educación de futuros abogados que comprendan el Derecho más allá de las leyes, que sean coherentes en el sentido de que la ley debe aplicarse con rigor e igualdad más allá de cual sea el caso concreto y que se guíen por estándares éticos que revitalicen la lesionada imagen del foro.

En todo caso, lo cierto es que otra de mis grandes pasiones es también el litigio y, en mi experiencia, si uno es suficientemente disciplinado puede compaginar ambas vocaciones sin inconveniente. Lamentablemente, el estado de la educación superior hace muy difícil que una persona se dedique exclusivamente a la academia, que es la norma en Estados Unidos, Europa y Asia, y es a donde debe apuntar Ecuador. Para ello se demanda inversión en el capital humano, financiamiento a la investigación y una universidad pública de calidad. Si bien es cierto que la coyuntura económica impone otras prioridades como el mayor acceso a la educación, estos son objetivos que no deben dejarse de lado.

Al ser un abogado joven te ha tocado vivir una realidad jurídica interesante, hay muchas cosas nuevas que se van cocinando y siempre en redes sociales muestras opiniones claras y sustentadas sobre determinados temas. En este sentido, ¿cuál es tu superpoder para estar actualizado con las tendencias jurídicas y no perderle el pulso al avance de las teorías que se dan en nuestra área?

 Me he reído mucho con esta pregunta. No poseo superpoder alguno, pero sí cultivo un par de hábitos que pueden servir como un consejo para quien lo quiera recibir. En primer lugar, la abogacía ha alcanzado tal nivel de especialización que se podría asimilar a la medicina y los clientes lo tienen muy claro. La primera directriz sería enfocarse en una, dos o tres áreas del derecho que te apasionen de verdad. La producción de conocimiento es tanta que es humanamente imposible dominarlo todo y por ello la especialización es fundamental tanto en lo académico como en lo profesional. Desatender el consejo puede conducirnos a ser meros recopiladores superficiales y no aportar realmente a la discusión teórica.

En segundo lugar, parece fundamental que las áreas en las que decidimos incursar nos apasionen intelectualmente no siendo el factor definitivo el económico. Esto tiene que ver mucho con la necesidad profesional de especializarse: el que no lo hace está muy expuesto a incurrir en demoras ineficientes en la tramitación del encargo, a incurrir en costos mayores porque no maneja el concepto de economía de escala e inclusive a fracasar, pues al ser todólogo existe la posibilidad de perderse una nueva ley, decreto, reglamento, sentencia y un largo etcétera de factores que inciden en nuestro trabajo. Visto así, cualquier área del derecho ejercida correctamente nos brinda una ventaja competitiva.

En mi caso, dedico cuatro horas del día, todos los días, al estudio de tres áreas concretas: derecho constitucional, derechos humanos y arbitraje que va de la mano con procesal.

¿Cuáles son, a tu criterio, las habilidades que debe desarrollar un abogado para su ejercicio profesional?

 Seguramente habrá muchísimas más, pero aquí menciono solamente tres: el dominio oral y escrito; el pensamiento creativo y habilidades ejecutivas en lo relativo a la captación de clientes. Así, por ejemplo, un recurso de casación puede perderse por el solo hecho de no saber expresar con claridad el vicio del que se acusa a la sentencia. También es importante no concentrarse solamente en lo que la ley prohíbe sino a su vez pensar en estrategias que hagan viables, dentro de las posibilidades del ordenamiento, las necesidades del cliente. Finalmente, es posible ser un jurista brillante, pero fracasar en lo profesional si no se cuenta con la habilidad de darse a conocer y atraer clientes.

El ejercicio profesional del abogado proporciona buenas y malas experiencias; solo me concentraré en las buenas. ¿Cuáles son las mejores vivencias que has tenido gracias al derecho?

Sin lugar a dudas, diría que las mayores satisfacciones que me ha brindado haber estudiado –y seguir estudiado– Derecho es haber conocido un sinnúmero de lugares, pero también personas que admiro intelectualmente y con quienes difícilmente hubiera coincidido de no haber incursionado en la aventura doctoral. En este camino he cultivado amistades para la toda vida y me he permitido un tiempo para reflexionar sobre cosas que el ritmo de lo cotidiano no permite. La otra gran satisfacción en lo profesional es haber puesto mi conocimiento no solo al servicio de quien puede pagarlo sino también del pobre que lo necesita y cuyo agradecimiento es de por vida.

De nuestras conversaciones también he notado que eres un litigante muy estratégico. A breves rasgos, ¿cómo realizas la preparación de un caso?

A grandes rasgos, podría decir que lo fundamental es partir de la idea de que se litiga no solo con la contraparte sino también contra el juez. Lamentablemente, en un sistema judicial corrupto como a todas luces es el ecuatoriano –sin ignorar que existen notables excepciones individuales– debemos estructurar el caso de tal forma que la prueba sea tan contundente que la discrecionalidad del juez se vea reducida al mínimo. También es importante dominar el procedimiento –y aquí sí que influye el rol: demandante, demandado o tercero– pues como actor corresponde escoger, de las varias vías que ofrece el ordenamiento, una específica y adelantarse, como juego de ajedrez, a los varios cursos de acción de la contraparte. Como demandado, me parece que es vital no solo defenderse sino contratacar y ser detallista con el procedimiento; y, como tercerista, saber cómo y cuándo es el momento ideal para intervenir.

Debajo pongo imagen de la entrevista con Andrés, los críticos dirán que es un montaje realizado en mi propio celular.

Gracias por la visita.

 

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