Esta entrada surge luego de reflexionar sobre ciertas decisiones cruciales que marcaron cambios importantes en mi carrera profesional. ¿Cómo puedo compartir estas experiencias? Considero que la mejor forma es contarlas.
A los pocos meses de regresar de cursar mi maestría en propiedad intelectual (allá por el año 2007 si no me falla la memoria), mirando una noche la televisión, me topé en un canal local con una entrevista a Flavio Arosemena Burbano, quien hablaba en su calidad de presidente de la Asociación de Expertos en Propiedad Intelectual (AEXPI). Recordé que había conocido a Flavio hace varios años atrás, cuando me dio un par de clases en la universidad como ayudante de cátedra de la materia de «Bienes». Al día siguiente, busqué a la AEXPI por internet y pude ubicar el correo de Flavio. Tomé la decisión de escribirle y solicitar ser miembro de la AEXPI.
Para no hacer la historia larga, resulta que en aquella época Flavio tenía su oficina literalmente en la misma calle que la mía -tanto su estudio jurídico como el mío estaban situados en edificios cercanos en plena Avenida Nueve de Octubre, más me tardé en subir y bajar de los asensores que en caminar de una oficina a otra-, así que ese mismo día pasé a conversar con él. Formé parte de la AEXPI primero como socio; luego, con el tiempo incluso llegué a presidirla y tuve la oportunidad de realizar varios eventos académicos con colegas que son autoridades en el mundo del derecho a la propiedad intelectual. Sin embargo, lo que más rescato es que producto de esa decisión de lanzarme de manera directa a contactar al presidente de la AEXPI, pude entablar amistad con Flavio, lo que ha conducido a una colaboración profesional que continúa hasta hoy, que a su vez nos ha llevado a plantear casos muy interesantes sobre temas de propiedad intelectual a nivel judicial.
Excelente decisión, que me ha permitido ejercer la profesión en mi área jurídica favorita.
Otro momento es cuando decidí llevar a cabo mi primera audiencia de estrados en un caso importante y complejo. Recuerdo que estaba aún muy novato como abogado en el libre ejercicio y palpé cierto nerviosismo y sorpresa de los clientes cuando les comunicamos que iba a intervenir sin otro soporte en la audiencia (recuerdo que tuve el apoyo incondicional de mi entonces jefe, mi papá). Puedo asegurar que luego de superar esa prueba con «buena nota», noté que mi desempeño como litigante mejoró mucho, producto de esa inyección de seguridad que otorga el saber que podía con un desafío de ese nivel. Una cosa es saber que siempre se puede contar con la participación y experiencia de otra persona como soporte -en este caso de mi papá, un profesional con mucho recorrido- y otra, muy, muy diferente, es saber que ya se cuenta con el conocimiento y destreza necesarios para llevar adelante cualquier tarea.
Una vez más, la decisón de actuar, de lanzarme a realizar esta audiencia de estrados en caso muy complicado, marcó mi carrera de tal forma que puedo asegurar que fue un verdadero punto de inflexión.
Esta entrada no tiene que ver con técnicas de litigio, ni sobre cuestiones procesales, tan solo tiene como finalidad compartir estas vivencias, que tuvieron efectos impensados en mi ejercicio profesional.
Gracias por la visita.