¡La motivación no sirve!

Estoy consciente de que la gran mayoría (por no decir todos) de personas que leen mi blog son abogados, o estudiantes de derecho, por lo que de seguro les habrá llamado la atención el título de esta entrada, incluso quizás pensaron que, por usar una típica broma jurídica, luego de muchos años en la profesión, “perdí el juicio”.

Pues el título de esta entrada no tiene que ver con la garantía que encontramos en el art. 76.7, letra l) de la Constitución, sino con aquella motivación que es la que nos empuja a las personas a hacer -o no hacer- algo.

Es por esto que esta entrada es muy distinta a las cosas que suelo publicar aquí, por lo que si el amable lector me concede un poco de paciencia, explicaré qué es lo quiero decir con el título.

Desde hace algunos meses he empezado a leer y a seguir al autor norteamericano Mark Manson (pueden leer sus artículos aquí https://markmanson.net/ ), quien entre otras cosas, es autor de los libros The subtle art of not giving a f*ck (traducido como “El sutil arte de que no te importe un carajo”, aunque creo que se pierde algo en la traducción, si saben a lo que me refiero), Everything is F*ck (Todo está jodido); lo que me llevó también a suscribirme a su podcast.

Mark Manson nos da consejos útiles para aplicar en nuestra vida diaria, utilizando eso sí, un lenguaje bastante directo e irreverente, no se anda para nada por las ramas ni con diplomacia. Una de las ideas propuestas por este autor, y que en estos últimos días más me ha resonado bastante, es que la motivación no es importante al momento de querer emprender una tarea. Es decir, no debemos esperar a estar motivados para leer ese libro, empezar a trabajar en ese recurso de casación que está pendiente, o para ese entrenamiento que venimos eludiendo desde que nos fijamos bajar de peso como propósito de fin año. No. Si esperamos a estar motivados vamos a perder un tiempo precioso. Tenemos que empezar a actuar y a movernos, por ello, debemos tirar al tacho de basura -al menos al inicio-, la motivación.

Esto es algo que me ha servido mucho en mi vida práctica. Desde que nació mi heredera, he tratado de empaparme sobre todo tipo de técnicas para aprovechar al máximo el tiempo y la energía que tengo, o mejor dicho, la energía que me queda. Antes de que naciera mi primogénita (a quien le digo “jefita”), manejaba mis mañanas con una gran autonomía. Me levantaba a las cinco de la madrugada, en los últimos años muchas veces desde las 04:30 ya estaba abriendo el ojo, para hacer ejercicio o adelantar cosas de mi profesión. Desde que nació la jefita esa autonomía se esfumó, ya que cada día es una lotería, no se sabe a qué hora se despertará, o si se levantará en la madrugada, si sentiré mucho o poco el cansancio al iniciar la jornada.

Ante esta situación, reconozco que busqué mucho sobre cómo encontrar motivación para ejecutar mis tareas (quizás pensando de manera aislada en la frase de Nietzsche “Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”, aunque reconozco que esto suena más dramático de lo que en verdad es); hasta que Manson me abrió los ojos -a la fuerza-, para hacerme ver que estaba totalmente equivocado. La motivación no es requisito para iniciar el trabajo, o la tarea, sea cual sea; no, primero debemos empezar a hacer la tarea, luego, la motivación llegará.

En este mismo sentido, el autor James Clear en su libro “Hábitos Atómicos. Un método sencillo y comprobado para desarrollar buenos hábitos y eliminar los malos” (sobre el cual ya he tratado en este blog https://alfredocuadros.com/2021/12/17/habitos-atomicos-de-james-clear/  ), dedica todo el capítulo once para desarrollar esta idea: “Avanza despacio, pero no des marcha atrás”.

En este capítulo, Clear señala que muchas veces nos estancamos en cuestiones insustanciales antes de arrancar algún proyecto o tarea. Para adaptarlo al mundo jurídico, supongamos que queremos escribir un libro sobre temas de litigación oral, y con esto en mente, empezamos a consultar manuales, ver videos de otros abogados, anotar ideas en algún lugar, y resulta que empezamos a recopilar información desperdigada, y sin darnos cuenta abrimos en un minuto cien veces nuestras distintas redes sociales para ver si tenemos alguna notificación…  pero no empezamos a escribir el libro, porque pensamos que no estamos listos aún, que primero queremos asegurarnos que el texto a plasmar sea lo más perfecto posible y miles de pretextos más. Es por esto que el autor señala que ponerse en marcha no es lo mismo que actuar. La preparación no debe ser excusa para empezar a trabajar .

Claro que “ponerse en marcha” puede servir, por ejemplo, si queremos trabajar en una contestación de una demanda en un asunto complejo. Aquí, la puesta en marcha implicará revisar sentencias de temas similares, revisar doctrina, planificar un esquema de defensa, ir armando una teoría del caso, entre otras cosas. Sin embargo, nada de esto servirá, si llegado el momento no nos sentamos a empezar a elaborar el escrito.

Créanme que esto me ha ayudado mucho -espero a ustedes les sirva-, no solo con cosas profesionales sino también personales. Cuando me siento desmotivado para hacer ejercicio, me propongo así sea hacer una sola flexión, o una sola barra; luego de esto, me doy cuenta que si ya estoy ejecutando el ejercicio, bien puedo extenderme un poco más. Si quiero escribir algo, es mejor empezar a escribir, sin esperar la inspiración -así nació esta entrada-, ya que esta aparecerá al ir escribiendo las primeras palabras. Cuando me toca hacer alguna tarea en el hogar (como lavar los platos ya que mi esposa está con la jefita), la mejor manera de evitar la pereza es pararse a lavar los platos.

Por aquí está la salida a la procastinación.

Así que estimado estimado lector, espero que lo expuesto en esta entrada los convenza de que lo mejor es darse cuenta de que la motivación no es indispensable.

Gracias por la visita.

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«Hábitos atómicos» de James Clear.

Disfruto mucho la parte dinámica y de estrategia del litigio. Estar en una audiencia, realizar interrogantes a los declarantes, ensayar alegatos, pensar en varias estrategias, entre otras cosas. A pesar de esto, debo reconocer (y creo que todos los litigantes coincidirán conmigo en esto), en que hay ciertas cosas que no son tan emocionantes y llegan a ser cansinas y aburridas.

Pasa que a veces nos encontramos cansados en nuestro escritorio, rodeados de papeles y resulta que aún tenemos que preparar varios escritos de apelación, leer la última sentencia de la Corte Constitucional y, como si fuera poco, revisar las copias de un voluminoso expediente judicial para la audiencia que tendremos al siguiente día.

Ante este tipo de situaciones me viene a la mente el libro “Hábitos Atómicos. Un método sencillo y comprobado para desarrollar buenos hábitos y eliminar los malos”, del autor norteamericano James Clear (uno de los mejores libros que he leído este año).

La idea general que se expande a lo largo de toda la obra es que podemos mejorar nuestro desempeño con pequeñísimos avances periódicos, a través del mejoramiento de nuestros hábitos.

No voy a hacer un resumen general del libro, prefiero compartir en esta breve entrada la idea que más me ha resonado: el manejo del aburrimiento como uno de los elementos para alcanzar el éxito. En el capítulo 19 del texto en mención, el autor habla acerca de cómo mantenernos motivados en la vida y en el trabajo.

Al inicio de este capítulo se nos cuenta la historia de Steve Martin, un reconocido comediante y actor norteamericano. Martin empezó como su carrera realizando presentaciones breves -de cinco minutos- desde muy joven y, poco a poco, gracias a su constante trabajo para pulir su acto, con el tiempo se fue armando una sólida carrera que lo ha llevado hasta el cine.

El autor también relata una historia personal. Resulta que luego de que dejó de practicar béisbol, decidió intentar suerte con el levantamiento de pesas, lo que lo llevó a conocer a un entrenador de élite de esta disciplina. Al preguntarle al entrenador cuáles eran los factores diferenciadores entre un atleta y el resto de las personas, éste le contestó algo que no esperaba: “En cierto punto todo se reduce a quién puede manejar el aburrimiento que produce entrenar todos los días y hacer los mismos levantamientos una y otra vez”.

Con esto, el autor explica que para triunfar en cualquier área (deporte, familiar, negocios, profesión, etc.) no basta tener “motivación”, ya que las personas exitosas en algún momento se encuentran sin motivación, en algún punto caerán presa del aburrimiento, incluso se advierte que “la mayor amenaza al éxito no es el fracaso sino el aburrimiento”. La clave entonces no pasa por la motivación, sino en superar el aburrimiento. Por ello, se recomiendo que cuando adoptamos un hábito, debemos mantenerlo a como de lugar, así se nos vuelva tedioso.

Imaginemos que intentamos leer veinte páginas al día de un texto jurídico o, escribir al menos una vez a la semana un artículo breve. Lo más seguro es que luego de algunas jornadas nos encontremos desmotivados, sin ganas de iniciar la tarea que nos hemos impuesto. A esto, James Clear advierte: “Los profesionales se ponen en acción, aunque las circunstancias estén en contra y el humor no sea el correcto. Quizás no lo disfruten, pero encuentran la manera de hacer el trabajo”.

Esto último ha resonado mucho en mí: hacer el trabajo aunque en ese momento no lo disfrutemos.

Así que, si en un determinado momento nos faltan las energías para empezar o continuar ese pesado -y cuasi indescifrable- libro de Ferrajoli, o para revisar ese expediente de treinta cuerpos, debemos estar conscientes que si logramos superar ese momento, tendremos mucho camino ganado.

Recomiendo mucho el libro del que trato en esta entrada. Tiene varias ideas aplicables para varios aspectos de la vida.

Gracias por la lectura.