Se podría decir que como lector –y como abogado- conocí un poco tarde la obra de John Grisham. No es que no había visto nunca uno de sus libros en los estantes de las bibliotecas, sino que no se había despertado mi curiosidad por su obra sino hasta que adquirí, como regalo de navidad para mi papá, el libro cuyo título en español es “La Apelación”.
Luego de conocer que el libro había enganchado a mi papá, lo presté (juro que lo devolví), para ver qué tan bueno era y, la verdad, es que desde el primer capítulo quedé atrapado en su trama. Al terminar “La Apelación”, mi hermano me prestó a su vez el libro “El Estafador” (juro que también lo devolví), el cual, a pesar de no tener tanta implicación jurídica, me pareció muy bueno y fácil de seguir.
Uno de los principales motivos por los cuales tardé de apreciar la obra de Grisham fue porque hace muchos años (creo que aún era estudiante), adquirí The Rainmaker en idioma original, lo cual considero un error, ya que mirando las cosas ahora en retrospectiva, en esa época no estaba listo para leer un libro completo en inglés, por lo que no pude pasar de las primeras páginas.
A la fecha actual puedo decir que tengo una especie de pequeña colección de libros de Grisham, tanto en inglés como en español y, aprovechando que la mayor parte de la obra del autor se desenvuelve en lo que podría llamarse “suspenso judicial”, era casi inevitable notar que en varios de sus relatos se pueden aprender cosas de utilidad para nuestra profesión.
Antes de redactar esta entrada me parece que lo más sincero es señalar cuáles son los libros que he leído de John Grisham: La Apelación; El Estafador; The Associate; The Litigators; The Innocent Man; The Street Lawyer; The King of Torts; Tiempo de Matar y The Confession y, The Summons. En cuanto a películas basadas en sus obras he visto: The Rainmaker (titulada en español como “Justicia para todos”); Runaway Jury; Tiempo de matar y, El Cliente, todas las cuales están en Netflix. Cuando hago referencia a los títulos en inglés es porque he leído ese libro en este idioma, lo cual lo recomiendo mucho, ya que siempre es mejor apreciar las obras en la forma en que fueron concebidas.
Ahora bien, sin mayor preámbulo, pongo a su consideración estas cuatro cosas que he aprendido de la obra de Grisham (ADVERTENCIA: Pueden haber spoilers):
1.- La importancia de la preparación adecuada en un juicio (sobre todo si es importante).
En The Litigators, el osado abogado Wally Fig embarca a toda su oficina –que incluye a su socio mayor Oscar Finley, su secretaria Rochelle, el recién llegado asociado David Zinc y hasta la mascota, el perro A.C. “Ambulance Chaser”-, en un litigio con el que espera ganar millones de dólares, al demandar a una compañía farmacéutica por el medicamento Krayoxx contra el colesterol, sobre el cual se sostenía que causaba estratos graves a la salud que incluso podían causar la muerte. Este reclamo se sumó a una acción masiva liderada por Jerry Alessandros, afamado abogado que había amasado una gran fortuna demandando a la misma compañía farmacéutica que comercializaba el medicamento. Para hacer la historia corta, en el desarrollo del relato se nos hace conocer que el medicamento en realidad no era tan perjudicial como se creyó en un primer momento y que no había prueba científica confiable que asegure que los daños en la salud de los usuarios se podían atribuir a la droga, lo cual causó un revés para los demandantes.
De otro lado, la compañía Varryc Labs, fabricante de Krayoxx, había planificado muy bien su estrategia: (1) hacer creer a los abogados de los demandantes que querían un acuerdo rápido, pretextando la afectación posible de la cotización de la compañía; (2) para esto, Nicholas Walker, abogado interno de Varryc haría acercamientos informales con el abogado Alesandros, sin llegar a comprometerse del todo; (3) escoger una sola demanda de todas las ya presentadas, para enfrentarla con todo en el juicio, esperar ganarla y que esto desaliente los demás casos; (4) contratar a la abogada Nadine Karros, la mejor litigante de la inmensa y poderosa oficina jurídica Rogan Rothberg, para atacar la demanda presentada, que no era otra que la presentada por el estudio Finley & Figg; y (5) llegado el momento, retirarse de la negociación y jugarse todo en el juicio. El resto, se los dejo para que lo lean.
2.- Manejo de las acciones masivas.
Es común que en algún momento hayamos tenido noticia de las demandas multimillonarias que se presentan en los Estados Unidos de América ya sea contra algún fabricante de armas, o, algo que es recurrente, contra algún laboratorio que comercializa algún medicamento. De igual manera, siempre llegan noticias de que las partes han alcanzado un acuerdo, cuyos términos son confidenciales, pero que de una u otra forma, todos llegan a conocer que el acuerdo alcanza cifras de varios ceros.
En The Litigators, The King of Torts y en La Apelación, Grisham nos relata cómo funciona esta danza, que se me asemeja a una obra teatral muy bien puesta, en la que se mueven millones de dólares por todas las partes, por lo que me aventuro a hacer un resumen:
• Se identifica una fuente del daño. En los libros de Grisham encontramos casos como una droga perjudicial, un juguete realizado con materiales tóxicos, casas construidas con cemento defectuoso, entre otros.
• Una vez identificado esto, los abogados buscan quién está detrás de este daño, usualmente una compañía con grandes recursos que cotiza sus acciones en la bolsa.
• Se presenta una demanda a nombre del primer cliente asegurado y se incluye la frase “y otros por nombrar” (others to be named), para poder agregar demandantes conforme se vaya encontrando clientes. Solo como comentario aparte, esto, bajo nuestro sistema procesal sería imposible, ya que como se conoce el COGEP exige que el actor, o los actores, estén bien identificados con todos sus datos.
• La parte más dura es la búsqueda de clientes. Aquí Grisham nos relata con extrema crudeza los extremos a los que llegan los abogados para captar clientes, comparándolo con una carrera de caballos. Hablamos de anuncios alarmantes en la televisión, cartas no menos sensacionalistas, haciendo conocer al público en general que tal o cual producto puede ocasionar un daño y que si alguien lo está consumiendo, debe contactarse con los abogados de inmediato.
• Luego de tener una lista de potenciales clientes, se busca asegurarlos, haciéndolos firmar el respectivo contrato, en el que se estipula –palabras más, palabras menos- que se les confiere a los abogados toda la facultad para litigar a nombre del afectado y llegar a acuerdos. El cliente no debe pagar nada en cuanto a gastos (recordemos que llevar una acción civil en Estados Unidos de América es bastante costoso, hay que pagar expertos, traslados, entre otras cosas), a cambio, el abogado tendrá derecho a un porcentaje fijo de un eventual arreglo o sentencia favorable, luego de deducidos los gastos.
• Existen abogados ya especializados en estos litigios que tienen los recursos necesarios para enfrentar estas demandas. Los abogados con menor infraestructura suelen sumar sus casos a los de los abogados especializados.
• Se busca presentar una demanda en un determinado estado (estos casos masivos suelen tener un alcance nacional) y, para manejarlos, la corte dispone que se forme un Multi Dstrict Litigation (MDL), un comité integrado por aquellos abogados que ya tienen más recorrido –y que por ello reciben un porcentaje adicional del arreglo global, si es que lo hay.
En general Grisham retrata muy bien estas acciones, como lo decía hace un momento pareciera una obra teatral bien preparada. Desde el inicio todos los involucrados conocen que la meta no es ir a juicio, sino llegar a un acuerdo; sin embargo, parte sobreentendida del juego es que todos deben hacer lo mejor posible para hacer creer a la contraparte que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias.
3.- Respeto a los derechos básicos en los procesos penales.
Dos de mis libros favoritos de Grisham son The Confession y The Innocent Man. Este último es de no ficción, por lo que trata de una historia real, que envolvió a Ron Williamson y Denis Fritz, a quienes en juicios separados se los juzgó, sin fundamento, sin razones y sin evidencia, por la muerte de Debbie Carter, ocurrida en el pueblo de Ada (EEUU), en 1982.
Fritz fue condenado a cadena perpetua, mientras que Williamson a muerte. Abas resoluciones fueron revocadas gracias a los esfuerzos de los abogados que tomaron los casos en las respectivas apelaciones; sin embargo, los acusados tuvieron que pasar más de una década en prisión, situación que afectó sobre todo a Williamsom, quien se vio afectado en su salud mental y física por este encierro.
Ambas historias nos muestran las terribles injusticias que se pueden cometer en temas penales, incluso en aquellos en los que por la gravedad de la sanción, se necesita –en teoría- una rigurosidad mayor para recopilar evidencia y respetar el debido proceso. Me permito citar ciertos temas:
- Arrancar confesiones a los sospechosos, a través de métodos coercitivos.
- Armar un caso sobre la base de teorías que no están sustentadas con pruebas reales.
- El uso de “peritos” cuyos exámenes y conclusiones no tienen un gran sustento científico.
- El costo negativo de no tener una adecuada defensa en temas penales.
- Mal manejo de evidencia por parte de la policía y la fiscalía.
- El hecho de que la investigación se enfoque en las personas equivocadas, hace que se pase por alto a los verdaderos culpables.
- Las enormes dificultades que enfrentan los procesados que no tienen suficientes medios económicos para pagar una defensa acorde con la complejidad de su juicio.
En The Innocent Man, Grisham hace pequeños resúmenes sobre fallos cuyas disposiciones llegaron a formar parte del debido proceso, como por ejemplo los llamados Miranda Rights, que tanto escuchamos invocar en toda serie o película jurídica que se precie de ser acertada.
Como nota personal, en The Confession encontré las líneas más enternecedoras y con mayor sentimiento que he podido encontrar hasta ahora en los libros de Grisham. Para no hacer spoilers, solo mencionaré que las mismas se encuentran en la última parte del libro dos.
4.- El dinero no debe ser todo en la vida del abogado.
Hay un tema recurrente en la obra de Grisham: el dinero no lo es todo en la carrera del abogado. John Grisham si nos retrata a varios abogados que gozan de muchísimo dinero, que tienen sus propios jets, yates, vistosas oficinas; sin embargo, algo que siempre me ha llamado la atención, es que siempre se deja espacio para reflexionar que una vida profesional del abogado centrada solo en el dinero no comprende necesariamente la felicidad.
Por ello, sin tratar de revelar mucho, putualizo estas historias:
- En The Litigators el protagonista de la historia deja de manera abrupta su trabajo en un prestigioso estudio jurídico, donde ganaba mucho dinero, pero que no le dejaba tiempo ni para pasar con su esposa, para irse a ejercer el derecho en una pequeña oficina jurídica, lo cual incluso llegó a reparar su relación conyugal.
- En The King Of Torts, vemos cómo un abogado pasó a ganar millones de dólares casi de la noche a la mañana, gracias a que se le proporcionó información sensible. Esto lo llevó a adquirir un mejor hogar, un precioso auto, su propio avión, una novia que parecía sacada de las pasarelas de moda; todo lo cual, lo llevó a ambicionar más y no medir las consecuencias de un posible fracaso.
- The Associate trata de un joven abogado recién graduado quien, por razones ajenas a su voluntad, termina trabajando en uno de los más grandes estudios jurídicos del mundo, no se siente feliz y añora un trabajo más relajado que le permita disfrutar otras cosas de la vida.
- En The Street Lawyer, otro abogado, con amplia trayectoria en otra gran oficina jurídica, decide renunciar y dedicarse a defender a los más pobres, luego de vivir un incidente al ser retenido por varias horas como rehén con otros compañeros de trabajo por un hombre sin hogar que luego fuera abatido por la policía frente a él.
A pesar de que todo extremo es malo –después de todo, los abogados debemos ganarnos la vida-, es bueno recordar que el norte de nuestra profesión no debe ser el motivo económico, sino algo más allá: ayudar a las personas a resolver sus problemas. En lo personal, algo que he aprendido es que el éxito no se mide solo en temas económicos o por las cosas que llegas a tener, sino (entre otras cosas) en la huella que dejas en las personas con las que te rodeas, con tu familia, amigos, colaboradores y colegas.
Para cerrar esta entrada, cito una frase encontrada en The Innocent Man: “Hay un viejo adagio en la mala práctica jurídica que señala que cuando no tienes los hechos, debes ponerte a gritar”. En otras palabras, no hay necesidad de ponerse a gritar en la sala de audiencia –y en ningún lugar- si los argumentos y los hechos están de tu lado y los conoces bien. Cualquier parecido con algún abogado que solo va a las diligencias a gritar, quizás no sea coincidencia.
Gracias por la visita.
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