La fuerza interior del abogado, un agradecimiento a Ángel Ossorio.

Por vivencia propia puedo asegurar que el ejercicio de la abogacía tiene muchas experiencias satisfactorias, además tiene su buena carga de momentos duros y hasta dolorosos. Para las alegrías no suelen faltar personas con quien celebrarlas; en cambio, para las tristezas, más allá de contar con el apoyo de nuestros seres cercanos, debemos saber cómo extraer fortaleza de nuestro interior.

Uno de mis capítulos favoritos de la genial obra “El Alma de la Toga” de Ángel Ossorio es el segundo, titulado  “La Fuerza Interior”, el cual es una carta de apoyo y reflexión para todo profesional que ejerce y vive del derecho, sobre todo cuando se encuentra en horas bajas. Por ello, en esta entrada intentaré hacer justicia a Ossorio, explicando las principales ideas que he podido obtener de sus enseñanzas.

Lo primero que deja en claro Ossorio es que debemos estar conscientes que no podemos esperar encontrar fuerza en factores externos, sino en nosotros mismos, para afrontar lo que puede considerarse como “el peso de la injusticia”. Debemos como abogados litigantes estar conscientes que nuestra actividad está llena de tensiones que emanan del transcurso inexorable de los términos, las constantes confrontaciones en las salas de audiencias con otros colegas, el desgaste de sacar adelante un despacho, entre otras, lo cual influye de manera indiscutida en nuestra salud física y mental. Ante esto, debemos acudir a nuestro interior como fuente de la fortaleza, ya que en definitiva, la voluntad de salir adelante proviene de nosotros mismos.

El autor apunta que estamos expuestos a varias injusticias, en las decisiones judiciales injustas; con “el cliente desagradecido o insensato; injusticia a toda hora en la crítica apasionada o ciega; injusticia posible siempre en lo que, con graciosa causticidad llamaba don Francisco Silvela “el majestuoso y respetable azar de la justicia humana””; ante esto, la recomendación del mismo Ossorio es, “fiar en sí, vivir la vida propia vida, seguir los dictados que uno mismo imponga…, y desatender los demás”, frase que no puedo evitar armonizar con aquella que la escritora Harper Lee puso en boca de su genial personaje Atticus Finch: “Antes de poder vivir con otras personas tengo que vivir conmigo mismo. La única cosa que no se rige por la regla de la mayoría es la propia conciencia”.

Siempre he considerado que la profesión del médico y del abogado tienen varias cosas en común; sin embargo, a pesar de esto, por algún motivo, el abogado no goza de la misma percepción de reconocimiento que la del médico, sobre todo porque muchas veces se endilga al abogado la conducta del cliente, más aún cuando pesa sobre el defendido una suerte de prejuzgamiento en el que se aplica un in dubio contra el reo, es decir, en caso de duda, la persona es culpable. Ossorio relata de manera acertada todas las ideas que surgen en el abogado al momento de considerar asumir alguna defensa, desde aquellas que advierten al profesional que no tome la decisión hasta empaparse de todo al asunto; hasta las que sin falta surgen sobre el rédito económico que puede obtener; para que al final se escuche el comentario infaltable de los terceros, entre los que encontramos a esos que alaban el desempeño del abogado, los que lo critican, pasando por los que se escandalizan porque piensan que el abogado realiza algo inmoral a defender a una persona, a lo que Ossorio nos recomienda: “En cuanto nos detengamos cinco minutos a oír el vocerío, estamos perdidos. Al cabo de ellos no sabremos lo que es ética ni dónde reside el sentido común”.

Escribiendo estas líneas no puedo dejar de tener presente un caso que se ha popularizado en la plataforma Youtube, del colega argentino Francisco Oneto. Conocí de la existencia del abogado Oneto, a raíz de una entrevista en la que se le pregunta sobre una acusación de abuso sexual cometida supuestamente por el actor Juan Dartés, a la actriz Thelma Fardín, cuando ésta era aún menor de edad. El abogado Oneto es entrevistado vía remota en un programa transmitido en vivo, por parte de un panel bastante agresivo, en donde incluso se llega a cuestionar de su ética por estar defendiendo al acusado -a pesar de que en un inicio el abogado Oneto señaló que no era defensor de Juan Dartés-. El abogado Oneto en esta entrevista (y en otras que encontramos en redes sociales), fue capaz de señalar unas verdades trascendentales en el ejercicio de la profesión: (1) para todos los casos aplica la presunción de inocencia; (2) el papel de la prensa no puede ser el de crear prejuzgamientos; (3) el abogado tiene derecho a escoger a quiénes defiende; y, (4) los profesionales merecemos respeto. Así que, si el abogado Oneto lee estas líneas, gracias por eso.

Me parece pertinente terminar estas líneas con la frase con la que Ossorio empieza el capítulo al que aludo en esta entrada: “El hombre, cualquiera que sea su oficio, debe fiar principalmente en sí. La fuerza que en sí mismo no halle no la encontrará en parte alguna”.

De esta forma estimado colega, si algún momento sientes que necesitas encontrar una fuente para recargar las baterías del esfuerzo y confianza, acude al segundo capítulo de “El Alma de la Toga”.

Gracias por la visita y, sobre todo, gracias a Ángel Ossorio por este legado que nos compartió.

 

 

 

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