Sobre los trolls de patentes.

Los trolls son personajes extraídos de ciertas leyendas de la mitología nórdica que han encontrado un espacio significativo en mundos fictios que recrean historias fantásticas de épocas lejanas. En la famosísima obra de J.R. Tolkien, por ejemplo, los trolls eran representados como seres monstruosos de gran tamaño con un apetito desmedido por la carne cruda. Coincidencias o no, en el mundo digital tenemos también –sobre todo en redes sociales- la presencia de cuentas de usuarios no identificados que suelen ser bastante molestos y agresivos con sus pares, a los que en el argot del mundo en línea se los ha bautizado también como “trolls”.

Continuando con las coincidencias (o no), en el mundo de la propiedad intelectual la denominación del “troll” también ha encontrado protagonismo en el particular sector de las patentes. Solo para posicionar de forma breve el tema, mencionaré que la patente es el régimen jurídico a través del cual se protegen las invenciones. Existen patentes de invención y patentes de modelo de utilidad, siendo la principal diferencia entre ambas el tiempo de protección y en un tema de fondo, la exigencia de unos requisitos más leves a la hora de evaluarlas.

En concreto, para que una invención pueda ser considerada como patente tiene que ser (a) novedosa, (b) susceptible de aplicación industrial y (c) tener nivel inventivo. La idea detrás del sistema de patentes es que se le concede al inventor o al inversor un tiempo de exclusividad de explotación comercial del invento, en recompensa del esfuerzo realizado y por supuesto, que pueda obtener ganancias por las regalías que resulten de este uso comercial.

En entrada anterior mencionaba que Steve Jobs ha logrado obtener patentes a su nombre incluso después de fallecido. Otro personaje histórico –aunque mucho más antiguo- como Abraham Lincoln ha también grabado su nombre en los registros de la oficina de propiedad industrial norteamericana por ser el único presidente que ha logrado tener una patente a su nombre.

Lo cierto es que más allá de todo el aspecto jurídico, la idea central de todo este sistema subyace en un simple, aunque muy justo, fin: la protección de la innovación y la creatividad. Naturalmente, todo creador se va a sentir incentivado –entre otras cosas- cuando pueda palpar de primera mano que su invento va a ser respetado por la comunidad y que pueda obtener una ganancia razonable y digna del mismo.

Volviendo al tema de los trolls, en el sector de la propiedad intelectual se ha utilizado esta etiqueta para identificar a aquellas compañías que por alguna razón son dueñas y por lo tanto titulares de ciertas patentes; sin embargo, no ejercen sus derechos para utilizarlas en el mercado, sino para emprender acciones judiciales contra cualquier tercero, bajo la alegación –muchas veces infundada- que está vulnerando sus “derechos”. Por este motivo, en Estados Unidos de América se las conoce también como NPEs (acrónimo de non practicing entities) que en español podríamos traducir como “entidades no practicantes”, que describe y resume muy bien el papel de estos trolls.

Digamos que para identificar las actividades de estos entes podríamos enumerar las siguientes:

  • Adquieren una o varias patentes;
  • Se caracterizan por no tener presencia en el mercado por el uso comercial de las patentes, ya sea de manera directa o licenciándolas;
  • Están más que prestos –podríamos decir incluso que están al acecho- para iniciar acciones judiciales al detectar que otra persona está “usando” su patente sin autorización;
  • Las patentes de las cuales son titulares abarcan una gama bastante amplia de sectores;
  • El ámbito de acción de sus patentes no suele estar muy bien definido, lo que permite precisamente que puedan tener un mayor margen para accionar; y,
  • Su negocio principal está en lograr que el demandado busque un arreglo rápido con ellos y, como es de esperarse, este arreglo implica un desembolso de dinero.

Cada vez es más común conocer alguna noticia sobre litigios que han sido promovidos por estas “entidades no practicantes”, es decir, los trolls. He leído muchas historias en que compañías pequeñas y medianas se han visto forzadas a cerrar, o en el mejor de los casos, pagar una cantidad considerable de dinero –incluido gastos legales-, todo por no poder aguantar todo un proceso judicial contra los trolls. De vez en cuando, en el caso de compañías que pueden dar la pelea como Apple o Samsung, los trolls ven caer en tierra infértil sus pretensiones; no obstante, como lo he indicado, estos son la excepción mas no la regla principal.

Se ha empezado a evaluar por parte de diversos analistas los efectos negativos generados por la presencia de los trolls, ya que más allá de la carga de trabajo para el sistema judicial, hay quienes se aventuran ya a afirmar que se está afectando al sector de la innovación de una forma palpable. Si nos atenemos a las cifras se ha establecido, a través de un estudio del Harvard Bussines Review, que los gastos directos por acciones judiciales promovidas por los trolls han llegado a los $29.000 millones de dólares (http://www.jvmanjon.com/2014/07/los-trolls-de-patentes-perjudican-la.html).

Los trolls no han pasado desapercibidos para el propio Barack Obama, quien ha realizado varios llamados de atención al legislativo norteamericano para lograr una legislación más efectiva para evitar la proliferación de estas prácticas, proponiendo que las solicitudes de aprobación de las patentes sean mucho más concretas en la descripción del invento –lo cual daría menor espacio de actuación a quienes intenten una acción legal- y además busca que se establezca por ley que se condene a pagar costas y gastos judiciales a quien interponga una demanda por patentes sin tener mayores pruebas. (http://www.wired.com/2014/03/obama-legacy-patent-trolls/).

El tiempo dirá si estas políticas serán suficientes para erradicar a los trolls en esta lucha simbólica por preservar la existencia y supervivencia de la innovación; entretanto, parece que lamentablemente los trolls están muy cómodos alimentándose de esta metafórica carne cruda que simbolizaría el aprovechamiento del esfuerzo, trabajo e innovación de otros.

Muchas gracias por la visita.

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