May the judge be with you: Disney y Lucasfims contra la “Ligthsaber Academy”.

En otras ocasiones he tocado la famosa adquisición que Disney realizara sobre la propiedad intelectual de George Lucas, además de otras inversiones similares realizadas por la compañía del ratón Miguelito.  ( https://alfredocuadros.com/2015/10/20/el-despertar-de-la-fuerza-gracias-a-la-propiedad-intelectual/ )

Por el monto de la inversión era bastante previsible que Disney iniciara de inmediato planes para recuperar a la brevedad posible su dinero, por ello sabemos que existen al menos cuatro películas ambientadas en el universo de Star Wars que están en fila para estrenarse (Rogue One; los episodios VIII y IX, y la cinta en solitario de Han Solo); series animadas de televisión, un sinnúmero de juguetes y figuras de acción entre los que destacan los populares sables de luz.

Algo que no ha podido –ni podrá- frenar Disney es el impulso de sus seguidores, es que los universos ficticios populares han inspirado desde siempre la imaginación de los fanáticos, no en vano existen miles y miles de páginas de la llamada “fan fiction”, que no es otra cosa que historias contadas por entusiastas de determinadas sagas que se realizan solo para satisfacer a toda esa cultura paralela que se desarrolla en torno a este tipo de creaciones.

El caso de Star Wars quizás es el más emblemático de todos, conocemos que incluso se celebran festivales de cine en los que se exhiben películas realizadas y protagonizadas por fans, en donde incluso de vez en cuando aparecen los personajes oficiales, aunque claro, los relatos contados en estas cintas no se la considera como parte del canon de la galaxia muy, muy lejana.

Aquí en nuestro planeta tierra, en concreto en los Estados Unidos de América, Michael Brown –entusiasta acérrimo de Star Wars-, fundó la llamada “Lightsaber Academy”, que busca ser un centro de enseñanza para aprender a desenvolverse con soltura en un duelo con espadas de luz, la cual cuenta con su propia web http://lightsaberacademy.com/ y además con su marca registrada.

Disney no ha visto con buenos ojos que otras personas estén aprovechando la enorme popularidad de Star Wars y ha iniciado acciones judiciales contra la academia fundada por Michael Brown, quien se ha defendido diciendo que cuenta con una marca registrada y que por ello los requerimientos de cesación previos realizados por Disney –seis en total- no le impedían seguir usando el nombre y demás signos relacionados con Star Wars. Es necesario señalar que Disney alega que el logo de identificación de la academia de Brown es muy parecido al símbolo que usa la orden jedi en las diferentes encarnaciones oficiales del universo creado por George Lucas.

Los cargos que deberá enfrentar Brown son el de ciberocupación (que es en pocas palabras, utilizar marcas de terceros sin autorización en internet); dilución marcaria; competencia desleal, seguro por aquello de aprovechamiento de reputación y esfuerzo ajeno; y, violación de marca, por el uso de propiedad industrial cuyo dueño es ahora Disney. La suma del reclamo asciende a la bonita cantidad de dos millones de dólares. (Se puede encontrar el texto del reclamo aquí https://www.documentcloud.org/documents/3143771-Lightsaber.html )

Como conversaba en algún momento con Flavio Arosemena –gran amigo y colega conocedor de propiedad intelectual y que lo encuentran en la tuitósfera como @FlavioArosemena- seguro la academia de Michael Brown debe estar generando muchísimo dinero para que se decidan a llevar el reclamo por la vía judicial.

Veremos cómo desarrolla todo para Disney y veamos también qué camino la fuerza –y el Juez- destinará a este caso.

May the judge, and the force, be with you.

Gracias por la visita.

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Pixar y Disney: el valor de la propiedad intelectual.

Confesando ser un fanático de Star Wars, confieso además que acudí al estreno del esperadísimo Episodio VII con muchas expectativas, sobre las cuales prefiero no hablar. Durante los ya tradicionales avances, noté que la mayoría se trataban de nuevas películas de Disney. De lo que recuerdo, se anunciaba una nueva versión del Libro de la Selva, la tercera parte del Capitán América –titulada <<Civil War>>, una nueva película de Alicia –aquella del país de las maravillas, y, para hacer algo de contrapeso, también se proyectó el avance de <<Batman v Superman>>, del eterno rival de Marvel, DC Cómics. Solo hace falta buscar en la red el cronograma de películas que tiene planificadas estrenar Disney para los años venideros, para darnos cuenta que entre los proyectos propios, los de Pixar, los de Marvel y los de Lucasfilms, se tiene copado el calendario cinéfilo geek por al menos unos cinco años más.

Todo esto me llevó a pensar en todo el proceso que tomó el producir la nueva trilogía de Star Wars, la cual además tendrá varios spin-off que alargarán el universo fictio de la galaxia muy, muy lejana. Por ello, me di por leer y releer sobre los entretelones y antecedentes de la adquisición de Lucasfilm por Disney,  lo cual me llevó hasta unas fuentes algo inesperadas: la biografía oficial de Steve Jobs escrita por Walter Isaacson y el libro “Becoming Steve Jobs” de Brent Schlender y Rick Tetzeli, con los cuales  me percaté que el valor de la compra de Lucasfilms es casi apenas la mitad de lo que pagó Disney por Pixar, por ello, pongo a su consideración esta entrada. 

Episodio I 

El divorcio de George 

Pixar comenzó como el departamento de informática de Lucasfilms, aquella casi legendaria compañía iniciada y erigida por George Lucas, el creador de la espectacular saga de Star Wars, como estoy seguro más de media población humana lo conoce (sin embargo, no está de más recordarlo). En 1985, consagrado y con el éxito de los episodios IV, V y VI de la saga intergaláctica, Lucas se encontraba en medio de un tedioso proceso de divorcio, por lo cual se vio abocado a liquidar el departamento de informática afrontar el litigio, recibiendo una oportuna oferta de compra por parte de nada más ni nada menos que de Steve Jobs.  

El departamento informático de Lucasfilms contaba con dos capitales muy destacados: el humano, nutrido de un grupo de talentosos artistas y animadores, del cual resaltaba su director John Lasseter (quizás el mayor genio de la animación de nuestros tiempos) y, el tecnológico, cuyo fuerte consistía en un ordenador fabricado con el específico fin de agregar secuencias digitales en escenas ya filmadas, el llamado Pixar Image Computer.  

Jobs adquirió la compañía mediante acuerdo alcanzado en 1986, en el que se hizo con el 70% de la misma a cambio de diez millones de dólares. La inicial intención de Jobs era la de ofrecer un equipo especializado en diseño profesional de imagen, idea que no terminó de cuajar en el mercado. Los animadores de Pixar, por su parte, empezaron a trabajar en varios cortos animados con gráficos realizados por ordenador, demostrando con esto que el futuro de la compañía era el de contar historias en las que confluyeran la modernidad de la técnica con la estética de la sensibilidad artística.  

Antes de producir películas destinadas para la gran pantalla, Pixar se encontraba en serios aprietos económicos que obligaron a Jobs a invertir cerca de 50 millones de dólares para sacar a flote el estudio, a pesar que ya contaba en sus vitrinas con varios galardones entre los que se incluían dos nominaciones a los premios Óscars.  

Episodio II 

El despertar de Woody y Buzz  

La principal fuente de Ingresos de Pixar consistía en la recaudación por licenciar el uso de su software llamado <<CAPS>>, siendo su mejor cliente desde un primer momento Disney. No causó sorpresa entonces que de a poco, en vista del éxito de los cortometrajes de Pixar, se emprendieran negociaciones entre las compañías para producir la que sería la primera película realizada en su totalidad por gráficos generados por ordenador.  

Las negociaciones de rigor fueron verdaderos enfrentamientos de titanes, por un lado Jobs; y, por parte de Disney, su jefe del departamento de películas, Jeffrey Katzember, quienes cerraron un acuerdo con las siguientes condiciones: 

– Disney pondría los recursos económicos para la financiación del proyecto.  

– Como resultado de la financiación, Disney iba a ser titular exclusivo de los derechos de la película, es decir, del copyright sobre el conjunto y los elementos de la misma, lo cual le otorgaba titularidad total respecto de los personajes.

– Pixar obtendría el 12.5 % de los ingresos por venta de entradas de la película.

– Disney tenía control creativo de la obra audiovisual.

– En ejercicio del control creativo, si Disney decidía cancelar la producción debería pagar una pequeña compensación a Pixar.

– El acuerdo incluía la opción de producir otras dos películas.

Y así surgió Toy Story, que a su vez tuvo inspiración en una idea de Lasseter quien creía que todo objeto tiene que cumplir un propósito específico para ser feliz. Por esto, en el caso de los juguetes, su finalidad era que los niños jueguen y se diviertan con ellos, siendo la contrapartida el miedo a ser reemplazados por juguetes más nuevos. 

En medio de la producción, Katzemberg, en uso de su facultad contractual, empezó a reclamar muchos cambios en la historia y en el guión que fueron desnaturalizando la idea central de la obra y de ciertos personajes, lo que, en un punto determinado, amenazó la continuidad del proyecto. Luego de la intervención de Jobs –y acordar que él financiaría la mayoría de los gastos por el retraso de la producción a cambio que el control creativo se quede con Pixar-, se siguió adelante con el trabajo.  

El desenlace todos lo conocemos. Toy Story se estrenó en 1995 y fue un rotundo éxito de taquilla, logrando una recaudación de $361 millones de dólares y, además, gozando de elogios por parte de la crítica. Ganó el premio de la Academia por mejor película animada y contribuyó a la cultura popular con memorables personajes con los que muchos hemos crecido.  

Empero, en aquel momento en el ambiente surgía la pregunta sobre cuál de las compañías debían ser consideradas responsables del éxito de Toy Story. A Jobs le molestaba que la mayoría de los críticos la identificaran como la “película de Disney” y no perdía ocasión para decir en público que Disney era apenas un distribuidor, lo cual –como era de suponerse- encendía el enojo de los principales ejecutivos de la referida compañía. 

Antes de lanzarse la segunda película de Pixar, llamada Bichos, el problema se acrecentó, puesto que Jobs veía que Disney se había quedado con millonarias ganancias que se dieron por la conjunción de la taquilla, la comercialización de mercadería relacionada y los ingresos provenientes del alquiler y ventas de vídeo, mientras que Pixar “apenas” obtuvo alrededor de $45 millones de dólares por el gran éxito de Toy Story.  

A la semana del estreno de Toy Story, Jobs se la jugó poniendo a Pixar en la bolsa de valores -movimiento arriesgado pero que dio sus frutos, con lo cual logró una importante inyección de de capital que le dio fuerza para buscar un acuerdo más equilibrado con Disney.  

La nueva ronda de negociaciones protagonizadas entre Jobs y Michael Eisner –entonces consejero delegado de Disney-, fueron bastante álgidas, con cada parte tratando de sacar el mayor provecho, aunque era claro que la parte fuerte era la compañía del ratón Miguelito que si no llegaba a un acuerdo con Pixar podía igual seguir usando a Woody, Buzz y compañía hasta el infinito y más allá (tenía que incluir esta frase de alguna forma).  

A pesar de las dificultades, se logró llegar a un nuevo acuerdo, en los siguientes términos: 

– Producir cinco nuevas películas. 

– Disney y Pixar financiarían en adelante en partes iguales los nuevos proyectos.

– Las ganancias por recaudación de entradas, por lo tanto, también serían divididas en partes iguales.

– El copyright sobre las películas y los personajes también se iban a dividir mitad y mitad entre las compañías.

– Todo lo que tenía que ver con mercadería relacionada y venta y alquiler de las películas en video, también iban a ser repartidas al 50-50.

Episodio III 

La victoria de Steve Jobs 

El momento crucial en la relación de ambas compañías llegó en 2005, cuando Bob Iger –quien llegaría a ser consejero delegado de Disney en reemplazo de Eisner- se percató, que en el desfile de apertura de un parque Disneyland en Hong Kong, que todos los personajes participantes eran de las películas de Pixar, por lo que convenció a los directivos de hacer lo posible por lograr un acuerdo permanente.

Luego de varias propuestas de ida y vuelta, Disney adquirió la totalidad de Pixar por $7.400 millones de dólares, lo que catapultó a Jobs a ser el mayor accionista individual de Disney. 

Pixar se ha convertido en uno de los estudios más exitosos de nuestros tiempos y sus largometrajes son recibidos –con sus matices, claro está- con excelentes comentarios y críticas, lo cual la ha llevado a ser un referente en la industria cinematográfica, logrando la enorme distinción de tener dos de sus cintas animadas (Up y Toy Story 3) como nominadas al premio de la academia por mejor película general, compitiendo con las “tradicionales”.

Disney, por su parte, luego de la operación con Pixar ha seguido apostando por la adquisición de compañías cuyo mayor activo es la propiedad intelectual, es así que por algo más de cuatro billones de dólares en el 2009 adquirió Marvel Enterteinment LLC ( http://articles.latimes.com/2009/sep/23/business/fi-ct-marvel23) lo cual le permite explotar de todas las formas posibles personajes como Iron Man, Spiderman, Thor, Hulk y muchos más. Sin embargo, no hay duda que captó mucha más prensa e interés la compra de Lucasfilms en el 2012, por una suma también un poco superior a los cuatro billones de dólares, que cubrió los derechos sobre todos los personajes creados por George Lucas. Es curioso como todo esto inició con George Lucas y terminó con él, cumpliéndose las palabras que Darth Vader le dirigió a Obi Wan Kenobi al reencontrarse luego de varios años y antes de darle la estocada de sable de luz final: “ahora el círculo está completo”.  

Disney no tardó en encender la máquina para empezar a producir una nueva trilogía de Star Wars, además de programas de televisión y otros largometrajes ambientados en el mismo universo. Es que hay que reconocer que la inversión debe rendir sus frutos y mientras esto sea más pronto, mejor.   

No está de más reflexionar sobre el verdadero valor de lo que adquirió Disney con estas transacciones, que si nos ponemos a hacer cálculos superan los 15 billones de dólares. No solo se llevó las instalaciones y a personas que laboraban en las compañías, sino que se hizo con un activo creativo casi invaluable y todo esto, gracias a la propiedad intelectual.  

Nada mal para los activos intangibles.

 
Gracias por la visita. 

El despertar de la fuerza… gracias a la propiedad intelectual. 

La línea de bajo reiterativa, cada vez más rápida, hasta que escuchamos como una explosión «!Flash!. Ooooh» y algunas palabras en inglés cantadas y casi gritadas a tal velocidad que resulta un tanto difícil para los que no somos anglo parlantes distinguirlas de primera. Por si no lo han notado me refiero a la canción de la gran banda Queen (mi favorita) titulada «Flash» que fue usada -como no podía ser de otra forma- en la banda sonora de la película homónima, basada en un personaje de cómic, sobre el cual se realizarían adaptaciones seriales en la década de los treinta.Uno de los fanáticos de este personaje fue George Lucas, quien luego de estrenar su primera película intentó realizar su versión cinematográfica del mencionado cómic, influenciado por los seriales que había visto durante su infancia. Al no poder asegurar los derechos sobre el cómic, no le quedó otro camino al buen George que realizar su propia fábula espacial, fue así como nació el mundo de «Star Wars». Si miramos con atención Star Wars, así como otras películas de similar tinte, veremos que en ella se reúnen varios elementos propios de historias de ciencia ficción, con diferentes personajes y con otros entornos, en una muestra que los sistemas del derecho de autor y copyright no buscan la apropiación de las ideas de las obras, sino que protegen su forma de expresión, algo ya tratado en este blog https://alfredocuadros.com/tag/expresion/.&nbsp;

Al inicio de la década de los setenta Lucas empezó a escribir la historia de lo que sería la primera parte (que en verdad resultó ser la cuarta) de Star Wars, la cual pasaría por una serie de revisiones, al punto que se asegura que el guión se terminó de escribir cuando el rodaje ya había comenzado, esto es, en el año 1976. Muchas vicisitudes tuvo que pasar Lucas para materializar su visión, puesto que en aquella época los estudios de cine no estaban como ahora tan dispuestos a invertir en una historia de ciencia ficción y con un cineasta que apenas había estrenado un par películas.

Si nos ubicáramos en el tiempo y lugar en que Lucas negociaba su contrato con 20th Century Fox, estudio que financió la producción de la película, seguro hubiésemos pensado que estaba cediendo demasiado para conseguir los recursos necesarios, sin embargo, el acuerdo que se dio tras esas negociaciones fue lo que le permitió tener independencia para desarrollar su propio estudio y además, vivir muy bien de sus creaciones. En concreto, lo que obtuvo Lucas de esa negociación fue quedarse con todos los derechos para producir todo lo que tiene que ver con mercadería relacionada, por lo que, al convertirse Star Wars en un suceso de la cultura popular, los ingresos por el merchandising estaban más que asegurados, por esto no es de sorprender la cantidad de artículos que salieron a la venta: desde libros, pasando por cómics, hasta versiones bailables del tema principal de la banda sonora de la película. 

No quiero repasar toda la historia de Star Wars, solo me limitaré a decir que pasó el tiempo, cinco películas más y la aparente negativa definitiva de Lucas para seguir produciendo nuevas películas, todo lo cual nos hacía pensar que la saga de la familia Skywalker llegaba a su punto final… no obstante, gracias a la propiedad intelectual, la antorcha de proseguir con estas aventuras aún está lejos de terminar. 

En octubre de 2012 irrumpió la notica que Disney compró Lucasfilm -la compañía de George Lucas-, lo que significaba que todos los derechos de propiedad intelectual sobre las obras de este estudio ahora serían propiedad de la compañía del ratón Miguelito (por no usar su nombre gringo), por lo que como nuevo titular, se hizo con todas las facultades para producir nuevas obras usando los personajes y todo lo que encierra el mundo ficticio de Star Wars. Como bien se conoce, la compra rondeó los cuatro billones de dólares, cantidad nada despreciable para un activo intangible. La maquinaria de Disney se puso manos a la obra casi de inmediato desarrollando series de televisión, juguetes y como no podía ser de otra forma, empezando la filmación de una nueva trilogía de películas -los episodios VII, VIII y IX- así como otras relacionadas. 

Suena simplista decir que la propiedad intelectual permitió a George Lucas alcanzar su éxito y, a pesar de esto, es cierto. En primer lugar su talento y creatividad le permitieron hacer algo que perduraría por muchas décadas, que tiene y tendrá quién sabe por cuántos años más un legado artístico incalculable y, en segundo lugar, el adecuado uso y ejercicio de sus derechos sobre su propiedad intelectual lo condujeron a obtener grandes réditos que le permitieron incluso fundar su propia compañía de efectos especiales. Por ello, siempre debemos tener en cuenta que respetar la propiedad intelectual de todo autor, sea famoso o desconocido, es darle la oportunidad de vivir de su trabajo creativo, quién sabe si en alguno de los que leen estas líneas está el próximo George. 

Mientras tanto, seguiré esperando -con muchas ansias debo reconocer- el estreno de la nueva entrega de esta galaxia muy muy lejana. 

Que la fuerza los acompañe.